Alumbramiento

Como montañero nunca me han gustado los senderos trillados y he huido de las rutas famosas y frecuentadas. Eso hizo que tardara mucho en subir al Mont Blanc: no quería subirlo por la normal del refugio de Gouter y no me sentía capacitado para abordar otras rutas de mayor dificultad. Al final admití una solución de compromiso: subiría por Gouter, pero solo, y no haría noche en el macrorefugio sino en el mítico Vallot, el refugio libre del Col de Gouter. Cuando llegué al col, en plena oscuridad, la niebla cubría la enorme planicie. Muchos montañeros han muerto de agotamiento e hipotermia buscando el refugio en esas condiciones. Sabedor de eso, aguardé hasta que un golpe de viento despejó por un instante la niebla y pude tomar la dirección del refugio. La niebla volvió a cerrarlo todo al instante, pero siguiendo con la brújula el rumbo exacto llegué a Vallot, que se encontraba en un estado lamentable, apenas era otra cosa que un congelador en medio de la ventisca, pero al menos resguardaba del viento. Estaba organizando el vivac cuando un fuerte destello iluminó por un momento el interior del refugio, a través de las ventanas cubiertas con periódicos. Recordé entonces que durante la ascensión había visto una luz que me seguía, así que salí del refugio y durante un rato lancé voces e hice señales con la linterna, pero no apareció nadie. Mucho después, cuando ya estaba a punto de dormir, se abrió la puerta y entró un muchacho muy joven, a todas luces sin la experiencia necesaria para una aventura de este nivel. Me contó que se había perdido en el col y que había encontrado el refugio gracias a un destello que había visto un poco antes. De no ser por ello hubiera sido una víctima más del Col de Gouter.
¿Qué fue aquel destello que me hizo salir del refugio y salvó la vida de aquel muchacho? Esa pregunta recibe una repuesta en clave de ciencia-ficción en este relato.

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